El fin de semana en Salamanca nos vino muy bien a los tres, sobre todo a
F y a S. , que andan muy revueltos y desbordados en el trabajo. La pobre S. va prácticamente arrastrándose por los suelos. Encima, duerme mal y no hace más que darle vueltas a todo en mitad de la noche. El viernes amaneció malita tras una cena con los americanos con los que hacen el maldito proyecto y no fue a trabajar. Menos mal que se recuperó a media mañana. La muy tonta tenía remordimientos por haber faltado. Si es que… En fin, que nos recogió y las siete ya estábamos en Salamanca. Nos alojamos en el Monterrey, que está muy bien aunque, al estar ubicados en el primer piso y ser céntrico, tenía algo de ruido nocturno. Estábamos a un tiro de piedra de la Plaza, a donde nos dirigimos en primer lugar. Me cabrea que usen esas plazas (aquí en Madrid pasa igual con la Plaza Mayor) para instalar carpas o montajes varios, impidiéndote su visión total. Tenían un polideportivo hinchable del BBVA que afortunadamente desinstalaron la madrugada del sábado al domingo, así que al final pudimos verlo como Dios manda justo antes de irnos. La Plaza es preciosa y la gama de bares con sus tapas que ofrece debería ser declarada de interés cultural. Fuimos entre otros a los más conocidos: el Bambú, el Cervantes y el Calle 23. Este último es el más original, inolvidable su tapa de mousse de bacon, por ejemplo.
Lo malo que tienen estas ciudades pequeñas es que enseguida lo ves todo. Al día siguiente fuimos a la Universidad, a la Biblioteca, etc. Con el mapa en la mano fuimos viendo todos los edificios de interés. Me gustó mucho la
Casa Lis, que es un
Museo de Art Neveau y Art Déco. Es un precioso palacete modernista construido en al muralla. De su contenido hay que destacar las
criselefantinas, unas figuritas hechas de marfil como esta:
Le pedí a F que me comprase una reproducción de una de ellas en la tienda, pero no se estiró. Y eso que era nuestro aniversario y todo. Sólo costaba 1.500 € de nada…
A la vuelta paramos a seguir comiendo de pinchos en Las Rozas Village, que pilla de paso. Yo, que no soy marquista y cuando vamos es más que nada por echar la tarde, limitándome a comprar alguna camiseta o zapatillas que esté MUY de oferta, esta vez me sorprendí a mi mismo comprando dos prendas de Armand Bassi a un precio no tan ofertoso (me gusta inventarme palabras), un polo rojo de cachemir y una camisa de manga corta (demasiado estampada para lo que soy yo). En fin, que un día es un día y de vez en cuando hay que darse un capricho.
Aquí estoy tumbado a la bartola, que es lo mejor de ser profesor: las vacaciones. Os aseguro que nos las merecemos, si no acabaríamos matando a algún niño. O a alguna directora.