jueves, agosto 10, 2006

CASI TODOS LOS VUELOS LLEGAN

Podrían haber estallado cientos de personas en el aire, entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Yo tenía planeado viajar a Estambul el próximo 11 de septiembre, pero parece que al final va a ser el 4. No creo que vayan a poner una bomba en el trayecto Madrid-Estambul, aunque con estos camicaces nunca se sabe. En Estambul a veces ponen bombas. Hace unos meses hubo un ataque cerca de un sitio turístico. En fin, que es mejor no pensarlo mucho porque si no uno se acobarda.

A mí no me gusta volar. No es que me ponga a temblar ni tenga que tomar pastillas como mi amiga Sonia, que con la dosis doble en trayectos largos luego la tenemos un par de días un poco zombi, simplemente no me siento cómodo. Sin embargo, eso no quita que me parezca un gran invento. Aunque que las estadísticas afirmen que es el medio de transporte más seguro, yo no dejo de sentirme intranquilo hasta que aterrizamos. Siempre que vuelo, pienso que a lo mejor es lo último que estoy haciendo. Y no me gusta cambiarle el sitio a nadie porque si hay un accidente, al menos que puedan identificar mi cadáver cuanto antes. Como no me fío nada, siempre compruebo que hay un chaleco salvavidas bajo el asiento.

De pequeño me impresionaban mucho las historias de barcos y avionesdel Triángulo de las Bermudas. Recuerdo a Uri Geller decir que se oían voces en el fondo del Océano. Ahora me da la misma risa que Carlos Jesús, pero en su momento me daba miedo y me decía a mí mismo que nunca lo sobrevolaría.

La T4 ha quedado impresionante. No podría ser de otra manera dado que mi amigo Carlos está implicado en el proyecto. Pero por mucho diseño y terminales que añadan a Barajas, la imagen del aeropuerto que me llevaré a la tumba es la de Gracita Morales y José Luis López Vázquez en Un Vampiro Para Dos corriendo por las escaleras, dando vueltas, pues iban pitando hacia donde sonaba la megafonía, y como había altavoces por todas partes se recorren todos los pasillos. A esta escena le sigue otra gloriosa en que ya están en el avión, camino Alemania para servir al conde vampiro (Fernán Gómez), y Gracita está rezando.

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